Recuerdas cuando tu mayor preocupación era si tu casete se enredaría en el Walkman en medio de tu canción favorita? Eso éramos nosotras, las mujeres de “la Generación X”, las ultimas guardianas de la infancia al aire libre y las pioneras digitales.

Crecimos en una época donde los móviles eran ciencia ficción y nuestras mejores apps eran las rodillas raspadas. Nuestras tardes las pasábamos entre patines y juegos de brilé, bajo el reino absoluto de las aventuras que nos inventábamos al vuelo. La señal para terminar el juego no venía de ninguna notificación, sino del encendido de las farolas acompañadas del grito de nuestra madre que nos llamaba a cenar desde la ventana.

Entrar en casa con las rodillas convertidas en mapas de heridas, era nuestro rito de iniciación diario, acompañado siempre del agua oxigenada y la mercromina, que picaban tanto que nos hacía considerar la valentía de los piratas en la mejor de las batallas. ¡Esos eran tiempos de verdadera gloria, donde los juegos eran lecciones de vida en equilibrio, valentía y la pura alegría de sentir el asfalto bajo nuestros pies!.

La mejor compañía que teníamos en nuestra habitación era el sonido de los discos de vinilo resonando en el aire y un poco más tarde el pitido interminable que hacía el modem al conectarse a internet, bloqueando el teléfono de la casa mientras nuestros padres gritaban “¡Necesito usar el teléfono!”

Para nosotras, aprender a caer y levantarnos nuevamente fue un preludio perfecto para los retos que enfrentaríamos mas adelante, siempre con un espíritu indomable.

Y entre esos recuerdos dorados, ¿quién podría olvidar las tardes en los Multicines recién inaugurados? Era allí donde, entre el aroma de las roscas recién hechas, muchas de nosotras experimentamos esos primeros temblores del corazón, esperando el momento mágico de nuestro primer beso con aquel amor de Juventud. Estos lugares y momentos se convirtieron en los cimientos de nuestras historias de amor, tejiendo, en nuestro ser, la idea de que, a pesar de todo cambio o desafío, el corazón guarda la capacidad de sentir con la misma intensidad de aquellos días inocentes.

Aprendimos a adaptarnos a un mundo en constante cambio, a buscar información, a no tener miedo de hacer preguntas y a encontrar nuestras propias comunidades de apoyo a través de los chats del IRC o Yahoo.

 

La Generación X y la menopausia

 

Esta habilidad de adaptación propia de nuestra juventud, es ahora una gran aliada mientras descubrimos el nuevo cambio que nos toca vivir, ya en nuestra madurez, transitando la transformación que implica el climaterio, con la misma valentía con la que nos enfrentamos a la revolución del dial-up de internet.

Si sobrevivimos al eterno pitido del módem y a la angustia de una página web que tardaba siglos en cargar (si es que lo hacía), ¿realmente vamos a dejarnos intimidar por unos sofocos y cambios de humor?

Ahora, mientras navegamos por la menopausia, enfrentamos oleadas de calor con la misma improvisación con la que alguna vez intentamos grabar nuestras canciones favoritas en la radio esperando que el DJ no hablara al final de la canción.

Esta etapa vital, no tiene nada que no podamos manejar con un poco de humor y gracia. Es como esa partida del Tetris que nunca pudimos ganar, sólo que ahora, en lugar de fichas cayendo, son síntomas apareciendo en los momentos más inoportunos.

Y aquí estamos, demostrando que podemos enfrentar cualquier cambio con una sonrisa, recordando aquellos días en que el mayor logro tecnológico era grabar nuestra propia voz en una casete. Ahora, nos toca alzar la voz para desmitificar esta etapa tan mal entendida de la vida.

Para nosotras las Xennials, la mediana edad, no implica sólo un cambio hormonal, es mucho más que eso, es como si nuestro cuerpo hubiera decidido hacer una actualización de software sin nuestro consentimiento.

La menopausia, con sus sofocos, cambios de humor y demás síntomas, podría parecer un desafío insuperable. Sin embargo, armadas con el humor que nos caracteriza y una dosis de nostalgia por los buenos viejos tiempos, enfrentemos esta nueva etapa sabiendo que hemos superado muchos retos antes.

Reírnos de los momentos incómodos, compartir nuestras historias y consejos y recordar que, aunque nuestros cuerpos están cambiando, nuestra esencia sigue siendo la misma.

Así que, queridas mujeres de la Generación X, mientras entramos en esta nueva revolución hormonal, hagásmolo con el mismo coraje y humor con el que enfrentamos el cambio de siglo, abordemos este período no sólo con esperanza, sino con la certeza de que juntas, podemos hacer frente a cualquier cosa. La menopausia no es más que otro cambio, y si hay algo que la Generación X sabe hacer estupendamente, es adaptarse y prosperar en medio de las transiciones.

Si pudimos encontrar el encanto y la sabiduría en las aventuras de los Fraggle Rock, enfrentándonos a Gorgs y urdiendo planes con Doozers, entonces ¿cómo no vamos a poder manejar los vaivenes de la menopausia? Píensalo, Los Fraggle nos enseñaron a bailar nuestros problemas fuera y a cantar en los momentos difíciles. Así que, cuando llegue ese sofocón, ¿por qué no imaginarlo como un baile frenético al ritmo de la canción de los Fraggle? Si nos reímos con ellos en un mundo subterráneo lleno de locuras, definitivamente podemos encontrar la manera de  atravesar desafíos profundos de la transformación climatérica.

Si aprendimos de la convivencia de Epi y Blas, con sus eternas discusiones que siempre terminaban en reconciliación, entonces convivir con la nueva mujer que está naciendo dentro de nosotras, con paciencia y humor no debería ser tan diferente. Estos personajes nos enseñaron el valor de la paciencia, la comprensión y el perdón, elementos cruciales para manejar los cambios emocionales y físicos de esta etapa. Al igual que Epi y Blas encontraban siempre un camino hacia la armonía, podemos encontrar un equilibrio y paz en medio de toda esta aventura, recordando que, después de cada desacuerdo, hay una oportunidad para el entendimiento mutuo y el crecimiento personal.

Y, además, si logramos sobrevivir a las lecciones de vida de «La bola de Cristal», con su caótico encanto y mensajes cifrados, aprendiendo a cuestionar y a pensar críticamente en una edad temprana, enfrentar la menopausia debería ser pan comido. La Bola de Cristal nos enseñó que «sola no puedes, con amigos, si». Esta lección de solidaridad femenina es vital ahora más que nunca, mientras nos apoyamos mutuamente en este viaje a través del climaterio. Así que, cuando los cambios de humor y los sofocos se presenten, recordemos que juntas, compartiendo experiencias, podemos enfrentar cualquier cosa que la vida nos lance.

Un Abrazo.

Raquel

 

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